INSTITUTO PARA EL CAMBIO GLOBAL. FUNDACION WITAICON

jueves, 11 de junio de 2009

El efecto de las crisis mundiales en la salud.

Dra Margaret Chan.
Directora General de la Organización Mundial de la Salud
El efecto de las crisis mundiales en la salud: dinero, clima y microbios
Discurso en el vigésimo tercer Foro sobre asuntos de interés mundial. Berlín (Alemania).18 de marzo de 2009

Señoras y señores parlamentarios, miembros de la comunidad científica, representantes de la industria y de la sociedad civil, colegas del sector de la salud pública, señoras y señores:

El mundo se enfrenta a graves dificultades, de las que nosotros somos en gran parte responsables. La crisis financiera y el cambio climático no son meras “anomalías” del sistema de mercado, ni singularidades de la naturaleza. No son acontecimientos inevitables en la sucesión de altibajos del ciclo de la historia humana.
Son indicadores de un gran fracaso de los sistemas internacionales que rigen la interacción entre las naciones y sus poblaciones. Son indicadores de fracaso en una época de interdependencia sin precedentes entre las sociedades, los mercados de capital, las economías y el comercio.

Son, en definitiva, resultado de políticas equivocadas. Somos responsables de esta desastrosa situación, y los errores hoy en día son muy contagiosos.
Según nos dicen los economistas, la crisis financiera no tiene precedentes porque se produce en una época de acusado aumento de la interdependencia. Sus efectos se han desplazado rápidamente de unos países a otros, y de un sector de la economía a otros.
El contagio de nuestros errores no muestra clemencia y afecta también a quienes han jugado limpio. Incluso los países que gestionaron sus economías correctamente, no compraron activos tóxicos, y no asumieron riesgos financieros excesivos sufrirán las consecuencias. Asimismo, los países que menos gases de efecto invernadero han emitido serán los primeros y más gravemente afectados por el cambio climático.

La crisis financiera y el cambio climático no son los únicos indicadores de políticas equivocadas y de fracaso de los sistemas de gobierno. Las diferencias en resultados sanitarios, tanto entre países como dentro de cada país, son mayores ahora que en ningún otro momento de la historia reciente. La diferencia entre la esperanza de vida de los países más ricos y la de los más pobres supera actualmente los 40 años. El gasto público anual en salud varía, a nivel mundial, desde tan solo 20 dólares EE.UU. por persona hasta bastante más de 6000 dólares EE.UU.

La medicina nunca había dispuesto de un arsenal tan avanzado de instrumentos e intervenciones para curar las enfermedades y prolongar la vida. Sin embargo, casi 10 millones de niños de corta edad y mujeres embarazadas mueren prematuramente cada año por causas en gran medida evitables.
Algo ha fallado.

No hemos logrado, entre todos, dotar de una dimensión moral a los sistemas que gobiernan las relaciones internacionales. Los valores y preocupaciones de la sociedad rara vez conforman el funcionamiento de estos sistemas internacionales. Si las empresas, como las del sector farmacéutico, están impulsadas por la necesidad de ser rentables, ¿cómo podemos esperar que inviertan en I+D para curar las enfermedades de los pobres, cuyo poder adquisitivo es nulo?

En demasiados casos, se ha perseguido el crecimiento económico, con ciega determinación, como si fuera el objetivo único y panacea contra todos los males. El crecimiento económico, creían muchos, acabaría con la pobreza y mejoraría la salud. No fue así.

Se aceptó la globalización como la marea creciente que haría flotar todos los barcos. No fue así. Por el contrario, la abundancia ha llegado en forma de olas que impulsan a los barcos grandes, pero inundan o hunden muchos de los barcos más pequeños.
El aumento de la eficiencia de los mercados, se pensaba, mejoraría la igualdad en materia de salud. No fue así.

La liberalización del comercio se presentó como una vía segura hacia la prosperidad para los países en desarrollo. Pero la liberalización del comercio recortó drásticamente los ingresos arancelarios y no aportó otra fuente de financiación de los servicios públicos, como la atención de salud. Esto ha sido un desastre para la salud y la protección social en los numerosos países en los que la mayoría de la mano de obra se concentra en el sector informal y en los que la recaudación fiscal alcanza a un sector pequeño de la población.
El cobro de tarifas a los usuarios de servicios de atención de salud se presentó como una forma de recuperar costos y desalentar el uso excesivo de los servicios de atención de salud y cuidados. No fue así. Por el contrario, el cobro de tarifas castigó a los pobres.
La OMS calcula que, cada año, los costos de la atención de salud empujan a alrededor de 100 millones de personas por debajo del umbral de pobreza, lo cual resulta amargamente irónico en una época en la que la comunidad internacional está comprometida a reducir la pobreza. Resulta todavía más amargo en una época de crisis financiera.

1 comentario:

  1. Una fuerte y acertada exhortación del OMS a los sistemas de gobierno ,una concientización mundial a favor de la implementación de políticas sociales que promuevan y protejan la salud pública de los efectos negativos que conllevan la crisis financiera , el cambio climático y la globalización en general.

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