INSTITUTO PARA EL CAMBIO GLOBAL. FUNDACION WITAICON

jueves, 11 de junio de 2009

CAMBIO CLIMATICO Y SALUD PUBLICA

Dra Margaret Chan

Tomado de : El efecto de las crisis mundiales en la salud: dinero, clima y microbios


Las pruebas científicas son abrumadoras: el clima está cambiando; los efectos del cambio ya se están notando.
El calentamiento del planeta será gradual, pero la creciente frecuencia y gravedad de fenómenos climáticos extremos, como tormentas intensas, olas de calor, sequías e inundaciones, tendrá efectos abruptos e intensos. Ambas tendencias pueden afectar a algunos de los determinantes más fundamentales de la salud: el aire, los alimentos y el agua.

Soy plenamente consciente de que me dirijo a un público perteneciente a un país que ha estado a la vanguardia de la protección del medio ambiente, y que ha desarrollado y aplicado avances tecnológicos punteros en este ámbito. A este respecto, quisiera expresar mi profundo respeto personal al Gobierno de Alemania y a sus ciudadanos.
También agradezco a este país su fuerte apoyo en el desarrollo de la salud y del trabajo de la OMS, incluido el apoyo recibido de sus científicos, epidemiólogos, laboratorios y centros de investigación de renombre.
Se han determinado, con un alto grado de certidumbre, varias consecuencias para la salud: aumentará la malnutrición, así como el número de muertes por enfermedades diarreicas; habrá más tormentas e inundaciones que causarán más muertes y lesiones, y habrá brotes más frecuentes de cólera.
Las olas de calor, sobre todo en las grandes ciudades, causarán más muertes, sobre todo de ancianos. Por último, el cambio climático podría alterar la distribución geográfica de vectores de enfermedades, como los insectos transmisores de la malaria y el dengue.
Todos estos problemas de salud son ya enormes, se concentran en gran medida en el mundo en desarrollo, y son difíciles de controlar.

Aunque el cambio climático es, por su propia naturaleza, un fenómeno mundial, sus consecuencias no estarán distribuidas uniformemente: los científicos coinciden en que los países en desarrollo serán los primeros y más gravemente afectados.

Según las previsiones más recientes, África sufrirá efectos graves tan pronto como en 2020. Se prevé que, en algunas partes de África, los rendimientos de las cosechas disminuirán, en un plazo de diez años, en un 50%. Para 2020, hasta 250 millones de africanos podrían verse afectados por la escasez de agua.
Imaginen el impacto en la seguridad alimentaria y la malnutrición. Imaginen el impacto en la ayuda alimentaria. En muchos países africanos, la agricultura es la principal actividad económica del 70% de la población. El 90% de los pobres de África dependen de la agricultura para subsistir. No hay excedentes. No hay capacidad para hacer frente a los tiempos difíciles. No hay colchón para absorber los golpes.
En algunas partes de Asia, las mujeres y las niñas dedican actualmente de seis a nueve horas al día a recoger agua. ¿Cuántas horas deberán dedicar cuando la escasez de agua aumente, como está ocurriendo ya?

También debemos tener en cuenta la repercusión de estos cambios en la comunidad internacional. El aumento del número de catástrofes naturales, inundaciones y hambrunas aumentará la demanda de asistencia humanitaria. Este incremento de la demanda de ayuda se producirá en un momento en el que la mayoría de los países estarán sufriendo ellos mismos los efectos del cambio climático.
La comunidad internacional deberá también hacer frente a un aumento del número de refugiados por motivos medioambientales. Si la tierra se reseca o saliniza, si las zonas litorales y bajas o los pequeños Estados insulares quedan sumergidos, las personas no pueden sencillamente irse a casa. Surgirá así una nueva ola de refugiados medioambientales que posiblemente aumentará las tensiones internacionales.
Cualquier cosa que podamos hacer ahora para reducir las cargas de morbilidad actuales aumentará la capacidad internacional y de los países para hacer frente a las nuevas tensiones derivadas del cambio climático. Este es un excelente motivo adicional para permanecer firmes en nuestro empeño por alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio en materia de salud.
Hasta ahora, el oso polar ha sido el icono del cambio climático. Debemos utilizar todas las estrategias posibles, que sean políticamente aceptables y científicamente correctas, para convencer al mundo de que realmente la especie amenazada por el cambio climático más importante es el ser humano.
¿Puede el sector de la salud poner un rostro humano a los otros problemas que vemos en este caótico mundo? ¿Tiene el sector de la salud capacidad para aportar una dimensión moral, para introducir un sistema de valores en las políticas que rigen nuestros sistemas internacionales?
Desde el puesto que ocupo, afirmo, categóricamente, que sí. Pero mi opinión se basa en motivos sólidos.

Quisiera hablar ahora de una tercera cuestión: las crisis mundiales derivadas de los constantes cambios en el ámbito microbiológico. Esta cuestión es diferente que la de la crisis financiera y el cambio climático.
Es diferente porque en esta cuestión el sector de la salud tiene las riendas. El sector de la salud elabora la política, y aplica la gobernanza por medio del Reglamento Sanitario Internacional. No tenemos que competir contra intereses económicos. De hecho, la situación es la inversa.
Las enfermedades emergentes y epidemiógenas se consideran amenazas para la seguridad internacional precisamente debido al tremendo trastorno económico y social que pueden ocasionar.
En el ámbito de la salud pública, pocas cifras se acercan siquiera a los miles de millones de dólares de los rescates financieros de los que venimos oyendo hablar casi cada semana. Pero, según el cálculo más reciente del Banco Mundial, la siguiente pandemia de gripe podría fácilmente costar a la economía mundial tres billones de dólares.
Según explican los líderes mundiales, la crisis financiera es tan grave e impredecible porque es la primera situación de este tipo que se produce en las condiciones particulares del siglo XXI.
El SRAS, que surgió en 2003, fue la primera enfermedad grave nueva del siglo XXI. Como la crisis financiera, surgió en un momento en que había aumentado drásticamente nuestra interdependencia.
El SRAS fue la primera enfermedad que se propagó rápidamente por todo el mundo siguiendo las rutas del tráfico aéreo internacional. Puso en riesgo a todas las ciudades que tenían aeropuerto internacional. Obligó a cerrar aeropuertos, empresas, escuelas y algunas fronteras. Paralizó economías, y paralizó, de miedo, a la población.
Pero no lo olviden nunca: la respuesta al SRAS fue un intento deliberado por evitar que esta enfermedad nueva arraigara de forma permanente en este mundo; por evitar que engrosara el conjunto de enfermedades mortales formado por el SIDA, la tuberculosis y la malaria.
El SRAS fue una plaga mundial grave a la que se puso freno rápidamente: la OMS y sus asociados lo frenaron, en seco, en sólo cuatro meses.
El sector de la salud estaba preparado: había mecanismos de vigilancia, alerta y respuesta. Gestionamos los riesgos, y esta crisis no se nos fue de las manos.
Desde el comienzo del brote, los principales científicos del mundo dejaron a un lado la competencia y trabajaron juntos, día y noche, en un laboratorio virtual; identificaron el virus en un mes.
Este es el lado más positivo de la globalización. Es un ejemplo de colaboración y solidaridad ante una amenaza común.
Vemos esta misma solidaridad internacional en la campaña para erradicar la poliomielitis, que recibe apoyo humanitario de Rotary International, entre otros organismos, así como de varios gobiernos avanzados, incluido el de Alemania.
La preocupación por la salud puede motivar también comportamientos éticos en la industria, como el recorte drástico por empresas farmacéuticas de los precios de medicamentos contra el SIDA. La preocupación por la salud puede persuadir a la comunidad internacional a alcanzar acuerdos sobre el control de productos perjudiciales, aunque rentables, como el tabaco.
Hay esperanza.

Si es preciso que reconsideremos el funcionamiento de este mundo, y que renovemos algunos de nuestros sistemas internacionales, creo, personalmente, que conviene analizar cuidadosamente la oportunidad de otorgar a la salud una función primordial.
Nuestras políticas se basan en la evidencia científica, no en intereses creados. La capacidad y objetividad del método científico están de nuestro lado. Entre las muchas cualidades del sector de la salud están la preocupación por los intereses de la humanidad, un sólido compromiso moral y sólido conjunto de valores sociales.
CONTINUEMOS TODOS PROPORCIONANDO A ESTE MUNDO LA ESPERANZA QUE TANTO NECESITA EN UN PERÍODO DE GRAVES CRISIS, Y DE TRANSFORMACIÓN.

1 comentario:

  1. Estg artículo confirma una vez la necesidad de cambios en las politicas sociales paralelas a los cambios climáticos.

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