INSTITUTO PARA EL CAMBIO GLOBAL. FUNDACION WITAICON

domingo, 19 de abril de 2009


A CIEN AÑOS DEL NACIMIENTO DEL NATURALISTA

Frank Ulloa Royo-

El mensaje del Dr. Skutch señalando que aun es posible estudiar los otros seres vivientes y residir entre ellos en armonía, sin verlos como objetos destructibles de la naturaleza, debe continuar guiándonos. No es posible seguir agitando las banderas de la superioridad humana de unos pocos individuos sobre la propia especie y que su accionar irrazonable lleve a que necesariamente todas las especies sean victimas de la supremacía humana. Es necesario seguir construyendo castillos en el aire a nuestra medida. El respeto por la sabiduría de los viejos puede ser el secreto de esta humanidad loca que viaja a velocidades cibernéticas y no se detiene a ver que va a su propio despeñadero.

A cien años del nacimiento de Alexander Skutch, recordamos aquella frase dicha una tarde cualquiera tomando una taza de café: “Nada nos impide construir castillos en el aire, según nuestras especificaciones. Sin embargo, a menos que nos propongamos traerlos a tierra, incorporándolos al frío mundo de la realidad lo mejor que podamos, nunca llegan a ser productivos, y si bien pueden traernos preciosas experiencias, con mucha frecuencia pueden traernos decepciones y tristezas”. Sus palabras resuenan cada vez con más fuerza y superan cualquier intento de silenciarlas porque vienen desde las profundidades de la selva, desde la naturaleza misma, que lucha por la sobrevivencia de todas sus especies.

A lo largo del río Peñas Blancas, en la zona sur, se produjo un trascendente aporte científico, realizado de manera acuciosa y simple, mediante una observación participante hecha por un naturalista norteamericano, que desde niño, se supo parte de una naturaleza común. Desde ese lugar alejado, sin computadoras ni laboratorios complejos, supo sistematizar una a una las especies de la avifauna de la región. Ese fue el castillo que el construyó a su medida. Quería esas tierras para vivir en ellas con moderación y así lo hizo por casi medio siglo dejando a las futuras generaciones sus observaciones de cincuenta años sobre los cambios que iba sufriendo el bosque donde vivía. Llegó a vivir en la zona sur del país en una zona del pacifico sur aun no expoliada, en su finca Los Cuzingos, estudiando la naturaleza sin destruir, aprisionar ni disecar a los objetos de sus estudios. No acumuló tierras, dejó hijos adoptivos costarricenses y contribuyó desde su soledad voluntaria al desarrollo científico de la humanidad. Cuidó la naturaleza y la naturaleza cuidó de él. Hoy cuando la península de Osa se llena de Organizaciones ambientalistas que son la avanzada de la explotación hotelera, hace cada vez mas falta volver a sus propuestas. Que contraste el de este naturalista de Maryland con los actuales inversionistas norteamericanos y sus socios nativos, que vienen a comprar tierras para apropiarse de los recursos naturales con fines de desarrollo turístico. Están apropiándose sin ruborizarse de las reservas de agua de las futuras generaciones y convirtiendo a los costarricenses en una especie en extinción. Que diferencia de ser humano era este campesino naturalista que decidió tener su finca a la par de una reserva forestal. Que ejemplo para los campesinos que hoy se quejan de no tener agua por haber destruido los bosques aledaños para extraer maderas y hacer fortunas rápidas.
Es que acaso aun podemos integrarnos a la naturaleza y no verla simplemente como una fuente de depredación para hurtar de ella recursos. Construimos campos de golf en donde hubo humedales y bosques. Si se destruye el bosque tropical pone en peligro el agua y la tierra suya y de las futuras generaciones. Frente a la escasez de recursos morales en la Administración pública aun nos quedan alternativas en la reserva moral en los ejemplos como el de este naturalista. Frente al discurso oficial de la siembra de millones de árboles y de protección de la naturaleza, aun quedan personas entre nuestros campesinos y campesinas, entre la gente común que nos topamos cada día, que tienen respeto profundo por la naturaleza, se detienen a escuchar el río y el canto de los yiguirros y pregonan una visión de respeto a la naturaleza desde su vida cotidiana, sin aspavientos ni discursos ecologistas vacíos de toda practica.

Con el fallecimiento de Alexander F. Skutch el 12 de mayo del 2004, faltando apenas una semana para cumplir el centenario de su nacimiento, la ornitología neotropical perdió su más grande naturalista. Su larga serie de publicaciones sobre la historia natural de las aves neotropicales a lo largo de 70 años representa el punto de partida de muchísimos estudios posteriores y estimuló varias áreas de investigación sobre sociobiología, ecología y estrategias reproductivas de las aves en general. Gran parte, si no casi todo lo que sabemos de las historias de vida de unas 300 especies de aves neotropicales, se debe a su dedicación como observador. Fue el autor de más de 200 artículos y 20 libros sobre aves, además de filosofía, y tres libros, casi 50 artículos y cuatro libros sobre que combinaron las dos cosas.

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