
Msc. Federico Lopez Alvarado
La unidad es un problema teórico, político, filosófico, psicológico y espiritual de gran importancia en nuestro país, en América Latina y en todo nuestro planeta, aceptado de palabra por la mayoría de las corrientes políticas e ideológicas, sin embargo, en la práctica, en los hechos , es debilitada, socavada y torpedeada permanentemente por los representantes de diferentes organizaciones. La historia política en América Latina y en nuestro país revela en los partidos políticos, en las organizaciones gremiales, en las coaliciones populares, en las organizaciones comunales, una permanente división, rupturas y conflictos.
La historia política de América latina contiene una rica experiencia de divisiones, rupturas, desmantelamientos de organizaciones políticas de diferentes signos ideológicos, movimientos sociales, organizaciones cívicas, organizaciones campesinas, que no lograron desplegar su potencial creativo y transformador por falta de unidad, fortaleciendo de esa manera el sistema de poder y las estructuras de injusticia que genera.
Los conflictos y divisiones debilitan las posibilidades de construir organizaciones con perspectivas de proyectarse a nivel nacional. Este factor, entre otros, convierte a las organizaciones en estructuras con una pobre proyección sectorial, regional y nacional.
La dramática experiencia de divisiones y sus resultados enseña que la unidad es una necesidad impostergable, pero la unidad no se puede plantear en abstracto, como un principio desligado del contexto nacional y mundial. Esto significa que la unidad tiene que plantearse en un contexto histórico concreto en el que existen diferentes actores, grupos, capas y clases defendiendo intereses materiales y simbólicos (ideológicos, culturales y religiosos ). En ese sentido, la unidad como objetivo político debe responder a las demandas, necesidades, intereses, representaciones de valores en los diferentes actores y sectores que participan en el escenario de lucha a nivel sectorial, nacional, regional e internacional.
La unidad es un tema complejo que requiere madurez, flexibilidad, claridad de objetivos tácticos y estratégicos ( coyunturales, a mediano plazo y largo plazo ), sobre todo en la actual situación política del país. La unidad constituye uno de los temas más importantes para las corrientes democráticas, el movimiento social en general y los comités patrióticos en particular.
Desde diferentes perspectivas políticas y filosóficas se postula el valor y la necesidad de la unidad, sin embargo, las prácticas que se realizan niegan el discurso. Estas manifestaciones equivocadas son el producto de una cultura política donde no hay transparencia, se manipula , se distorsionan hechos, se imponen criterios, en algunas ocasiones se recurre a la mentira. Un proceso de “unidad” que se construye basada en esas distorsiones, lleva en su seno la división, la ruptura y el conflicto; es una unidad artificial, débil, no duradera.
La experiencia histórica es aleccionadora, la unidad sólo es posible construirla con métodos correctos, diciendo siempre la verdad, generando confianza e instituyendo la transparencia. Si prevalece la desconfianza, el prejuicio y no hay transparencia, entonces no existen posibilidades de articular alianzas más amplias y consolidar movimientos contestatarios maduros, flexibles y sustentados en una unidad diversa.
Tomando en consideración la importancia estratégica de la temática sobre unidad, presentaremos una propuesta preliminar de varios puntos con el objetivo de abrir un espacio de análisis , debate y reflexión , susceptible de ser corregida, criticada y mejorada , y de esa manera construir , con el aporte colectivo, una comprensión más elevada del problema:
1-La unidad será unidad plural y no unidad de lo plural o unidad de la diversidad.
La unidad debe ser pensada desde la diversidad, desde la pluralidad, y no desde enfoques totalizantes que privilegian la unidad pasando por encima de principios e imponiéndola. Esta exigencia metodológica, de iniciar el abordaje de la problemática de la unidad desde la diversidad, responde a un mínimo de realismo al reconocer que plural es la realidad y plural debe ser también la unidad.
En el proceso de convergencia unitaria, se van construyendo consensos, pero éstos no son definitivos sino provisionales, lo cual permite, si se asumen de forma sensata y madura, transitar hacia otros consensos, y así sucesivamente. Procesos de esta naturaleza , si se realizan en los diferentes niveles organizativos y políticos, van generando la superación de los esquemas de pensamiento y de acción que se arrogan la pretensión de ser absolutos , verdaderos y definitivos. Esto se traduce en el debilitamiento progresivo del dogmatismo, el sectarismo y el fanatismo ideológico, religioso o filosófico.
Al plantear que la unidad será plural y no simplemente unidad de lo plural, estamos delimitando lo que significa: que el programa político-cultural,
los objetivos, las políticas, deben ser expresión de esa diversidad de intereses materiales y simbólicos, de anhelos y aspiraciones de esa diversidad de individuos, grupos, capas, estratos, clases, partidos, asociaciones, iglesias, etc., que participan en la construcción de ese gran proyecto colectivo.
2-Reconocer la heterogeneidad estructural de Costa Rica, la diversidad étnica, de género, la pluralidad ideológica, religiosa, filosófica, constituye una condición básica e irreductible de la realidad. Este reconocimiento elemental se convierte en un segundo paso para hacer política realista, no oportunista, en el seno del movimiento social, en los partidos políticos democráticos, en las organizaciones gremiales, cívicas en general, y en los comités patrióticos en particular.
La complejidad de la realidad, el ritmo acelerado de cambios, la diversidad de actores que participan en los procesos políticos, la heterogeneidad de intereses materiales y simbólicos, las percepciones ideológicas diferenciadas, todo ello obliga a pensar la unidad de otra manera diferente a lo tradicional. La forma tradicional de hacer política se ha centrado en hegemonizar y homogenizar, para ello se recurre a los adoctrinamientos, a las maniobras políticas , a luchas feroces para controlar la dirección de organizaciones sociales, políticas, gremiales, y esos métodos de trabajo conducen a la exclusión de personas, el surgimiento de un clima de desconfianza, a la destrucción del capital social, a la deshumanización de la política, al fortalecimiento de la alienación.
En ese contexto de relaciones interpersonales deterioradas, con un capital social disminuido en extremo ( desconfianza, ausencia de solidaridad, organizaciones piramidales,etc.) se van configurando condiciones psico-espirituales poco propicias para el desarrollo personal y colectivo. Es el testimonio vivo de la alienación inserta en la dinámica psico-social. Estas dinámicas alienantes reproducen y perpetúan las relaciones de poder y el sistema de dominación.
Si con nuestras practicas mantenemos esa cultura política deshumanizada, no lograremos recuperar el valor original de la política como espacio de construcción de ciudadanía democrática, la cual debe convertirse en fuente inspiradora de lucha por hacer prevalecer los intereses colectivos, el bien común, por encima de los intereses corporativos y particulares.
3-Ya no se puede concebir, en un sentido realista , una forma de pensamiento unitario, que se represente a sí mismo como definitiva, concluyente, cristalizada de una vez y para siempre.
Si pensamos la unidad como algo definitivo, cerrado, concluyente, en un contexto socio-político atravesado de paradigmas, racionalidades e intereses materiales y simbólicos diversos, se convierte en un objetivo inviable, imposible de realizar. Si prevalecen concepciones que orientan la práctica política de construcción de la unidad basándose en fundamentalismos ideológicos , religiosos o filosóficos, conducirá inevitablemente a divisiones, rupturas, fragmentaciones y atomizaciones.
Las corrientes políticas, ideológicas, filosóficas o religiosas que promueven la unidad, deben facilitar el diálogo y la negociación como procesos de tránsitos, de conexiones coyunturales, parciales, que permanentemente están ajustándose y reajustándose, reconstruyéndose y reflexionándose, esto se traducirá en una nueva interpretación de la unidad. En ese sentido, el propósito de las corrientes políticas, cívicas o religiosas orientadas hacia la unidad deben coadyuvar a pensar y actuar en el contexto de la diversidad, en planos heterogéneos, con sus conexiones, pluralidades, transiciones, flujos y reflujos de los procesos políticos, electorales y movimientos sociales.
La construcción de una cultura de diálogo se convierte en una necesidad histórica fundamental para hacer avanzar procesos de convergencia nacional orientados al logro de objetivos comunes . El diálogo es una herramienta ética, política, cultural y espiritual que puede ayudar a la comprensión de los intereses, anhelos y obetivos comunes, y también a identificar claramente nuestras identidades ideológicas, religiosas, étnicas, de género,etc., que son especificas de los diferentes actores y sectores.
El diálogo puede hacernos avanzar en la comprensión de la unidad como un proceso permanente de ajustes, recomposiciones, readecuaciones, análisis y reflexión. El diálogo es fundamental en procesos dinámicos de cambio permanente, en los cuales el ego ( la soberbia, la codicia, la prepotencia y una serie de defectos psicológicos) actúan como elementos generadores de conflictos.
3-Cada racionalidad política , filosófica o religiosa desarrolla una teoría y una práctica coherente con sus paradigmas particulares, que en términos generales tienden a la exclusión del otro y de los otros, pues en el fondo lo que se pretende es hacer prevalecer sus criterios, intereses y visión, y someter o subordinar a los otros a su racionalidad particular.
Si absolutizamos nuestros paradigmas inevitablemente nos inclinaremos a subestimar o menospreciar a las otras racionalidades políticas, tenderemos a subvalorar propuestas y sobrevaloraremos las iniciativas que provienen de nuestras respectivas agrupaciones políticas. Esto conduce a la espiral de la exclusión , al hegemonismo autoritario y al conflicto. La unidad no puede construirse mediante manipulación, mentiras, maniobras de exclusión o imposiciones autoritarias, ésos procedimientos producen desconfianza, distanciamientos emocionales , rupturas de comunicación, aspectos que conducen a la división, reforzamiento de la intolerancia y el fanatismo.
En el proceso de construcción de la unidad se requiere aclarar y esclarecer, en todos los niveles y organizaciones participantes, la intima relación que existe entre los fines y los medios en la lucha que libramos contra la injusticia, la opresión, las pobrezas, la explotación del ser humano contra el ser humano, la dominación, la alienación, la corrupción, el maniqueísmo, el racismo, el fanatismo, el ego , la deshumanización y el machismo.
Es necesario aclarar que los paradigmas, las racionalidades políticas, las ideologías, son construcciones sociales, históricas, culturales y, por consiguiente, no pueden ser absolutas. Es necesario aclarar que no podremos construir una sociedad humana con medios inhumanos; no podremos construir una sociedad justa con medios injustos; no podremos construir una sociedad moral con medios inmorales; no podremos construir una sociedad de amor con odio.
En ese sentido, es necesario comprender la dialéctica entre los medios y los fines para que los luchadores sociales, los militantes de los diversos partidos, los diferentes sectores populares interioricen la relación intima y compleja entre los medios y los fines. En ésta perspectiva de análisis, el proceso de construcción de la unidad desde diferentes visiones y colores, debe fijar una postura crítica y trascender posiciones que estimulan el dogmatismo, el sectarismo, el maniqueísmo, la intolerancia , la exclusión y el fanatismo en sus diferentes formas de manifestarse.
En la dialéctica de unidad diversa, se nos plantea un problema de trasfondo filosófico, político, ético, psicológico y espiritual: ¿Cómo lograr la unidad en esa diversidad cultural, étnica, de género, ideológica, de clase¿ Si enfatizamos los términos de la unidad, ignorando, menospreciando y disminuyendo la importancia de esa gama tan diversa y variada realidad socio-política, entonces contribuiremos a configurar una tendencia que evolucionará hacia nuevas modalidades de autoritarismo en el seno del movimiento social, en los partidos y en los comités patrióticos. Por el contrario, si enfatizamos el principio de la diversidad, subestimando la importancia de la unidad, entonces estimulamos la fragmentación, la división y la atomización.
Ese complejo, dinámico y contradictorio equilibrio entre unidad y diversidad, solamente puede orientarse por buen camino a través del diálogo, la transparencia, la rendición de cuentas y construyendo confianza entre nosotros mismos. Esto significa que no basta la formulación de elevados planteamientos teóricos, coherentes e impecables, si no tienen como soportes psico-sociales transformaciones personales y colectivos de mente y corazón. Algo similar a lo que los griegos denominaban metanoia.
Los que postulan la unidad hegemonizada por un partido, sin diálogo, sin debate, encerrada en sus “verdades absolutas”, son los que promueven el dogma, el fanatismo y la intolerancia, éstas posiciones conducen al aislamiento y la patología política.
Solamente es posible la unidad que no se impone, que no hegemoniza, que no excluye a priori, que no descalifica, que no estigmatiza, que no miente, que promueve el diálogo con respeto, construyendo consensos transitorios, nunca definitivos, nunca impuestos, y con una sana y constructiva apertura a profundizar la cultura del diálogo.
Tenemos que construir una unidad no violenta de lo diverso, pues violencia es imponer, excluir, estigmatizar, fomentar los prejuicios, estimular el odio, homogenizar lo que es diferente, imponer hegemonías autoritarias, mentir y pretender que todos piensen igual.
Todos sabemos de la importancia trascendental de la unidad y armonia en todoslos aspectos de nuestra vida, relaciones, organizaciones , aun en nuestors propios pensamientos ; pero; es más fácil hablar, escribir y pensar en ella que practicarla.
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